Ruta3, Valencia clásica.
Gracias, gracias, muchas gracias de corazón. Sigo sin dar crédito al insuflo que habéis dado a esta pobre alma que últimamente no anda en sus mejores momentos. Parece como si sin querer hubieseis querido aliviar las heridas que a veces sangran muy dentro de nosotros y que son casi imposibles de explicar. Dicho esto y he dicho más de lo que debiera, me gustaría hacer un par de aclaraciones. 1ª Ni se os ocurra pensar que cuando me pedís algún favor tenéis ni siquiera el derecho a soñar, que me debéis nada. En la vida no hay nada más placentero que poder ayudar a un amigo cuando lo pide y el mejor de los pagos es su sonrisa. Y 2º y más importante: Si a alguna de vuestras mercedes se le ha pasado por la imaginación que en mis crónicas voy a dejar de reírme, chotearme o pitorrearme de las situaciones que crea deban ser de dominio público para escarnio del protagonista vais de culo. Me habéis regalado el arma prefecta para hacerlo on-line, un útil ad-hoc como diría el Doctor. Como si le hubieseis regalado un boli bic y una libreta de cuadritos al mismísimo Quevedo 400 años antes y 400 talentos menos, así me siento. Sinceramente me llena de orgullo hacer todas y cada una de las crónicas que cada domingo exprimo de mi pésima memoria intentando buscar los aromas, las esencias, el bálsamo que a posteriori calme nuestras fatigas y enaltezca las vivencias de nuestras aventuras. La de hoy me es más grata aun, pues narro el gozo que siento por todo lo vivido y de lo cual vosotros sois los principales protagonistas. Llevamos ya muchos años juntos, pero guardo con insistencia aquel primigenio recuerdo, aquella primera noche, aquel local vacio y frio lleno de gente con mil conversaciones distintas, aquel día muertito de vergüenza, sin saber ni siquiera que decir ni dónde poner mis manos.